Hoy enfrentamos un desafío crucial: construir un espacio juvenil dentro del Frente Amplio que sea capaz de contrarrestar el crecimiento de la derecha entre los jóvenes, al mismo tiempo que enfrentamos la apática desconexión de gran parte de la juventud hacia la política. Pero, ¿Cómo logramos algo tan ambicioso? La respuesta está en la autocrítica y en romper con la “burbuja frenteamplista” que a menudo limita nuestra visión.
No podemos continuar representando a los jóvenes desde un discurso aislado, enfocado únicamente en la realidad de unos pocos espacios universitarios, mientras existen tantas otras realidades educativas, laborales y territoriales. Es urgente que el Frente Estudiantil del Frente Amplio se transforme en una Juventud Frenteamplista que abarque las diversidades y desigualdades que existen entre Arica y Magallanes.
Ampliar el foco: de lo estudiantil a lo transversal
La lucha estudiantil ha sido, y siempre será, un pilar fundamental en nuestras causas. Sin embargo, concentrarnos exclusivamente en ella nos deja en deuda con muchos otros sectores juveniles ¿Cómo podemos hablar de representación cuando ignoramos a los jóvenes que enfrentan barreras para acceder a la educación superior por limitaciones económicas o de calidad en sus colegios? ¿Qué hacemos por aquellos que, debido a labores de cuidado o contextos familiares complejos, deben priorizar el trabajo sobre los estudios?
Además, no podemos permitirnos seguir siendo un movimiento que privilegia la realidad de la zona central del país, dejando de lado a jóvenes de regiones periféricas o rurales, cuyas voces y necesidades rara vez son escuchadas. Este enfoque limitado no solo perpetúa desigualdades, sino que también debilita nuestra capacidad de movilización y nos aleja de la transformación social que tanto promovemos.
Un llamado a la acción desde la diversidad y la territorialidad
Para ser representativos, debemos construir un espacio juvenil que dialogue con todas las realidades: jóvenes en la educación técnica, estudiantes de colegios con menos recursos, trabajadoras y trabajadores jóvenes, y quienes viven en los márgenes geográficos y económicos de este país. Representar es escuchar, incluir y actuar. No podemos seguir encerrados en un discurso que solo alcanza a una élite estudiantil de algunas universidades tradicionales.
El contexto político nos exige más. La revolución pingüina marcó un hito, pero también nos deja una lección: si no sabemos adaptarnos y ampliar nuestras luchas, perderemos relevancia, y con ello, nuestra capacidad de representar. La derecha crece porque se presenta como una opción accesible para sectores que nosotros hemos abandonado. Si no cambiamos, seguiremos cediendo terreno.
Juventud Frenteamplista: Una apuesta por el futuro
El paso hacia una Juventud Frenteamplista no es un lujo, es una necesidad. Es el momento de consolidar un espacio que rompa con las limitaciones del pasado y se atreva a representar la totalidad de la juventud chilena, con todas sus complejidades y matices. Este es nuestro llamado: construir un movimiento realmente inclusivo, que trascienda lo estudiantil y dé cabida a las juventudes diversas y marginadas, que sea capaz de escuchar desde Arica hasta Magallanes, desde los liceos más precarizados hasta los centros laborales.
El Frente Amplio nació para transformar, no para quedarse en una burbuja. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Estamos dispuestos a dar el salto hacia una representatividad real, o preferimos seguir cómodos en nuestra zona de confort?
El futuro no espera. La Juventud Frenteamplista puede y debe ser el motor de cambio que este país necesita. Está en nuestras manos decidir si avanzamos o nos quedamos atrás.

Enzo Nuñez Valdivia, secretario nacional de comunicaciones del Frente Estudiantil FA